La fábula de la zorra y las uvas, es uno de los libros o cuentos atribuidos a Esopo, aunque reescrita por otros conocidos autores como Jean de La Fontaine, Fedro y Félix María Samaniego. A veces, también se le denomina en español como el zorro y las uvas.
Con el transcurso de los años han surgido diferentes versiones de las fábulas de Esopo, que tienen una antigüedad de 2000 años, incluso películas y dibujos animados. La versión reescrita del libro por Adivinanzas10.com en 2024 es la fábula original para niños y niñas completa, pero corta y resumida. Las fábulas cortas son geniales para leer a la hora de dormir o usar en la escuela gracias a sus fantásticas imágenes e ilustraciones.
Puedes leer el resumen de esta fábula corta de animales escrito en nuestra web online, o descargar la versión para imprimir en pdf de la historieta.
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La zorra y las uvas
Había una vez, una torpe zorra que siempre vivía desesperada por encontrar algo para comer. Sus intentos por cazar eran infructuosos, por lo que cada día buscaba restos de comida en el bosque. La jornada no se le estaba dando bien, de hecho llevaba varios días sin comer.
Buscó tras los árboles, en los campos de cultivo, escuchaba cada ruido de la hierba en busca de insectos, ¡incluso debajo de las piedras buscó alimento!, pero no logró encontrar nada que llevarse a la boca.
La zorra estaba cansada y aturdida, no había comido nada en días y el calor era sofocante. Deambuló por todo el bosque, hasta que un racimo de uvas se presentó ante ella, parecía un espejismo fruto de su desesperación.
Colgando de una vid, distinguió un racimo de grandes y apetitosas uvas. A la zorra se le hizo la boca agua.
«¡Qué dulces y jugosas parecen!» – dijo la zorra.
Aunque había un gran obstáculo entre ella y esas deliciosas uvas: el racimo estaba tan alto que la única manera de alcanzarlo era dando un gran salto.
Dio unos pasos atrás para coger impulso, corrió, apretó fuerte todos sus músculos y saltó estirándose todo lo que pudo, pero no llegó. Estaba tan cansada que apenas podía saltar.
Aun así, decidió intentarlo de nuevo. Se concentró y volvió a dar unos pasos hacia atrás, corrió y saltó. Pero, de nuevo, le fue imposible llegar hasta las uvas, lo que le causó una gran desesperación y enfado.
«¡Esas maduras y jugosas uvas tienen que ser mías!» – se repetía la zorra.
Lo siguió intentando, pero por muchos salto que diera, las uvas estaban demasiado altas para alcanzarlas.
Finalmente, frustrada y enfadada, se rindió. No había nada que hacer, ella sola no podría lograr alcanzar el racimo de jugosas uvas.
Así que, se sacudió el polvo que había acumulado en su pelaje de tanto caerse, mientras se decía a su misma:
«No me importan esas uvas, seguro que están verdes y duras, ¡que se las coma otro!»
La orgullosa zorra, creyéndose las palabras que decía, se disponía a buscar alimento y agua en otro lugar donde sí mereciera la pena.
Pero, de repente, una voz resonó en el aire:
«Hay un camino, Zorra. Mirad hacia arriba, no hacia abajo».
Sobresaltada, la zorra se detuvo y miró hacia el cielo. Allí, encaramado a la rama más alta de la parra, había un gorrioncillo que la miraba desde arriba.
Avergonzada por la escena que el gorrión había visto, la zorra le dijo:
«Yo podría alcanzar las uvas, pero ya no las quiero. Me equivoqué, pensaba que estaban maduras, pero aún están verdes, por eso dejé de intentarlo».
El gorrión respondió con un gorjeo y echó a volar, bajando de la rama, hasta una alta loma cubierta de hierba. En la loma había un tronco viejo y nudoso, lo bastante grande para que la zorra pudiera trepar hasta los racimos de uva.
El tiempo pareció detenerse mientras la zorra trepaba lenta y cuidadosamente por el tronco, rama a rama. Estaba tan concentrada en su tarea que ni siquiera se dio cuenta cuando el gorrión chisporroteaba para animarla.
Por fin, la zorra llegó a la cima, y allí estaba, de pie encima del tronco del árbol, a la altura de la nariz de los racimos de uvas. No se lo podía creer.
«¡Lo he conseguido!»
La zorra estaba eufórica porque por fin podría comer y los dos se pusieron manos a la obra. El gorrión batió las alas para desprender las uvas del racimo y la zorra las arrancó con los dientes.
El sabor era celestial, más dulce que nada que hubiera probado antes.
Aprendizaje, lección o moraleja de La zorra y las uvas: esta fábula o cuento nos enseña que no debemos ponernos excusas a nosotros mismos cuando no somos capaces de conseguir algo. Tenemos que reconocer y aceptar nuestras capacidades, aceptar nuestros errores y limitaciones. La zorra dijo que ya no deseaba las uvas porque no estaban maduras, finalmente sí lo estaban, pero ella se puso esa excusa para justificar no seguir intentándolo.
La fábula también nos enseña que si seguimos luchando por aquello que deseamos, lo conseguiremos.